El pintor José Luis Cuevas (a quien está dedicado el relato original), Fuentes y Figueroa en el set
Previamente a su revelación en la mítica Los caifanes (1967), el notable Enrique Alvarez Félix protagonizó este corto experimental --en plena ebullición de la Nouvelle Vague-- acerca de una joven pareja enfrentada a la moral burguesa de su época y a sus propias incertidumbres íntimas. Escrita por Carlos Fuentes, la película aprovecha efectivamente la ligereza del temperamento pop (el fino contraste soundtrack/imagen y los frecuentes match cuts expresan con acierto una disociación en la sensibilidad) y describe un vano ambiente (pseudo)intelectual que no deja el menor resquicio a la honestidad individual. La dúctil fotografía de Gabriel Figueroa y la figura curvilínea y pizpireta de Julissa, hijastra del cuentista/guionista, se recortan manifiestamente; no así las presencias escurridizas del mismo Fuentes y de su colega José Donoso, a quienes el bibliófilo interesado tal vez pueda distinguir.
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