miércoles, 12 de noviembre de 2014

Un chant d’amour (1950)

Genet, por Leonor Fini

Con Le sang d’un poète (1932) de Jean Cocteau, el propio debut cinematográfico de Jean Genet --quien no realizaría ninguna otra película-- comparte un lirismo determinante, un homoerotismo flagrante y una vocación por la fuerza primigenia de las imágenes audiovisuales. Sus diferencias son, también, inmediatamente discernibles: en el filme de Genet la versificación se reduce a la ensimismada belleza cruda de los emotivos cuerpos masculinos, confinados y aislados en una danza metafórica nítidamente personalizada por el autor de Las criadas y Querelle de Brest. En la prisión real y simbólica de Genet, los reclusos se parecen a los Esclavos de Miguel Angel, se masturban hasta la explosión narcisista, descubren el amor en la incomunicación y la violencia del deseo. Todo el mundo está solo, encerrado y es homosexual, incluido (especialmente) el guardia que espía esos sueños envidiables para nutrir los suyos propios. El contraste entre la eventual libertad diurna de la consciencia y la sensación claustrofóbica de la sombra es, en su puesta en escena, buñueliano, en su localización casi emulado directamente de Un chien andalou. 4/5