domingo, 1 de junio de 2014

Something's Got to Give (1962)


Es difícil recordar que Norma Jeane Baker nació tal día como hoy en 1926. Hacia la fecha de su misterioso fallecimiento, en 1962, la irrepetible combinación de infantil vulnerabilidad y babilónica sensualidad que tramaban su persona de mujer-niña ya era legendaria. Desde su torrencial revelación en Niagara (1953), no obstante, la carrera de Marilyn se convirtió en una perpetua lucha --excepcionalmente exitosa y finalmente frustrada-- por que la tomaran en cuenta en tanto legítima actriz. Comedianta verdaderamente notable, aun sublime, ni sus particularmente memorables trabajos con Billy Wilder ni esa ocasión en que opacó al mismísimo Laurence Olivier aliviaron su necesidad de roles dramáticos, en los que, irónicamente, se trasluciesen los conflictos emocionales propios de Norma Jeane. Sin la máscara de Marilyn Monroe, la ineducada actriz se sentía, y lo era, efectivamente, semejante a un Jimmy Dean. La respuesta --no olvidemos que Shelley Winters era su amiga, o, mejor (¿?), que Dean sólo asistió a un par de clases--: el Actors Studio. Desde su neurótico desempeño en Don't Bother to Knock (1952), y su matrimonio con Arthur Miller sólo pareció confirmar este inusitado compromiso intelectual, la primera modelo de Playboy había anunciado soterradamente una cierta inquietud por el Método neoyorquino, lo cual culminó en la gravedad existencialista de la crepuscular The Misfits (1961), su último film estrenado. Something's Got to Give habría supuesto un retorno al tipo de comedia que marcó su labor en la Fox y, por supuesto, al estereotipo de glamour que terminó por agobiarla.