En esta primera versión cinematográfica de la grandísima
novela corta de Ernesto Sábato (adaptada por su autor), la violenta muerte de
María Iribarne alcanza la culminación poética de los amores surrealistas o de las
intrigas expresionistas de un Fritz Lang --recordándonos aun al Renoir naturalista
de La Bête Humaine--, aprovechando los recursos del medio para una aproximación
certera a la infausta impresión de la psicología femenina sobre la frágil
interioridad del antihéroe, en una variación oportuna del rol de la femme
fatale. Carlos Thompson es Juan Pablo Castel, un pintor reconocido pero solitario
que se siente incomprendido por todo el mundo, hasta que conoce a María (la
excepcionalmente hermosa Laura Hidalgo, un cruce prodigioso entre Gail Russell y Hedy
Lamarr), una misteriosa mujer que será el blanco ideal de la neurosis
esquizofrénica del artista. Ni virgen ni puta, la figura humana que emerge de las
imágenes de esta película dirigida por León Klimovsky es la de una víctima de
sus circunstancias, en particular del malentendido que la coloca en el centro
de la pasión desesperada e imposible de un sujeto en intolerable desajuste con
el universo. La estructura de un guión que quiebra el punto de vista único del
original para adentrarse exitosamente en el territorio afectivo de María
--trayendo a la memoria, así, el tratamiento de los celos desquiciados e
injustificados en obras tan imprescindibles como la contemporánea Él (1953), además de la posterior Raging Bull (1980)--, el oportuno aire ominoso de una puesta en
escena de plasticidad aun lírica, y la intensidad de las actuaciones (la de Hidalgo evidencia ambiciones por otro lado inevitablemente poliédricas) confieren
a esta adaptación el carácter obligatorio de un clásico, al menos para los
lectores de Sábato y entusiastas de su obra maestra.
viernes, 8 de febrero de 2013
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