viernes, 8 de febrero de 2013

El túnel (1952)


En esta primera versión cinematográfica de la grandísima novela corta de Ernesto Sábato (adaptada por su autor), la violenta muerte de María Iribarne alcanza la culminación poética de los amores surrealistas o de las intrigas expresionistas de un Fritz Lang --recordándonos aun al Renoir naturalista de La Bête Humaine--, aprovechando los recursos del medio para una aproximación certera a la infausta impresión de la psicología femenina sobre la frágil interioridad del antihéroe, en una variación oportuna del rol de la femme fatale. Carlos Thompson es Juan Pablo Castel, un pintor reconocido pero solitario que se siente incomprendido por todo el mundo, hasta que conoce a María (la excepcionalmente hermosa Laura Hidalgo, un cruce prodigioso entre Gail Russell y Hedy Lamarr), una misteriosa mujer que será el blanco ideal de la neurosis esquizofrénica del artista. Ni virgen ni puta, la figura humana que emerge de las imágenes de esta película dirigida por León Klimovsky es la de una víctima de sus circunstancias, en particular del malentendido que la coloca en el centro de la pasión desesperada e imposible de un sujeto en intolerable desajuste con el universo. La estructura de un guión que quiebra el punto de vista único del original para adentrarse exitosamente en el territorio afectivo de María --trayendo a la memoria, así, el tratamiento de los celos desquiciados e injustificados en obras tan imprescindibles como la contemporánea Él (1953), además de la posterior Raging Bull (1980)--, el oportuno aire ominoso de una puesta en escena de plasticidad aun lírica, y la intensidad de las actuaciones (la de Hidalgo evidencia ambiciones por otro lado inevitablemente poliédricas) confieren a esta adaptación el carácter obligatorio de un clásico, al menos para los lectores de Sábato y entusiastas de su obra maestra.