lunes, 1 de diciembre de 2014

El asesino está entre los trece (1973)


Este expedito giallo hispano juega con un lugar tan común del género inventado por Poe, consagrado por Sherlock Holmes y que tiene como uno de sus casos prototípicos o emblemáticos el problema del recinto cerrado, cuyo ejemplo más célebre es El misterio del cuarto amarillo… Decíamos que se trataba de un lugar tan común en el policíaco, que devino en elemento paródico; sólo añadiremos al respecto que si lo aclarásemos ahora estaríamos privando al lector del placer esencial de encontrar al culpable, o al menos intentarlo, por sí mismo, que de esto es de lo que se trata en verdad, tal como lo demostró Agatha Christie o aun un juego de mesa como Clue --por más que su identidad a veces esté virtualmente cantada. En nuestra entretenida producción destaca un buen, sospechoso reparto: el inmenso Eusebio Poncela, como siempre extraordinario, es el penosamente perturbado hijo de una emasculante madre a la Norma “Mother” Bates; Simón Andreu, convincente en el rol de un modélico casanova tan odiado por los maridos o enamorados engañados como el galante guardabosques de la novela de Leroux; una joven pero inmediatamente reconocible, terrestre, Carmen Maura; la guapísima Patty Sheppard en el rol de la anfitriona; y Paul Naschy es un chofer misterioso (cómo no). La dirección es ajustada, sin ser imaginativa pero esforzándose en los movimientos y la posición de la cámara, que ocasionalmente asume el punto de vista del asesino enguantado y con un terrible punzón en la mano al estilo convencional del maestro Dario Argento; la música es notable, sobre todo en la cortinilla. El guión, tan importante en estas circunstancias, en absoluto es nada del otro mundo, pero cumple plenamente dentro de los límites en que se aventura una muerte enmascarada. 3/5