La comedia que con cierto carácter oficial
dejó constancia del innegable declive del terror clásico en el cine americano,
esta cinta protagonizada por los entonces populares Bud Abbott y Lou Costello
es hoy una amable diversión, si ya no la desternillante parodia que debió de
ser en su época. Drácula (Bela Lugosi, por supuesto) había envejecido
prematuramente, y acaso lo más interesante del dramatis personae --entre
actores y roles arquetípicos-- consiste en admitir que Lon Chaney Jr. es aquí
mucho mejor Hombre Lobo (y mucho más digno Jr.) que en otras encarnaciones
--aparte de recordar que sin la gracia del gordito
Costello no se termina de entender el atractivo que estos Lewis & Martin torpemente abocetados
ejercían en el público anglosajón. La trama va de que el mefistofélico Conde,
un monstruo de Frankenstein (Glenn Strange) con el infortunado cerebro fundido
y listo para su remplazo por otro peor, y Larry Talbot, atormentada víctima de
la luna llena cuyas sesiones insomnes le han restado kilos y descanso moral,
forman dos equipos: los dos primeros más o menos conscientemente para el Mal,
mientras que el último intenta su propia redención a través de un enfrentamiento con
el vampiro transilvano que aún resiste los vientos de nuestra lejana cultura.
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