jueves, 18 de julio de 2013

“The Young One” (TV) (1957)


Sumergido ya en pos de la niña-mujer buñueliana, he tropezado con esta joya dirigida por Robert Altman como parte de Alfred Hitchcock Presents. Similarmente a la homónima obra que el calandés estrenó en 1960, se trata de una brevísima pieza de estirpe lolitesca aún más auténtica si cabe; la innovadora novela de Nabokov había sido publicada recientemente, en 1955, y la primera versión fílmica (a cargo de Stanley Kubrick) no vería la luz hasta 1962. Empero, como desarrollo en mi flamante monografía universitaria, la joven de Buñuel es toda un animal de una especie muy distinta, autóctona si se quiere del cosmos entomológico de un genialísimo cineasta, por otro lado, destinatario (como sus pares Chaplin, Griffith, Hitchcock) de la misma cultura paternalista condimentada de misoginia artística y religión represiva. Fantasmas sexuales aparte --y se sabe que Hitch y el surrealista compartían unos cuantos--, este episodio, de privilegiado visionado, cuenta con el protagonismo ideal de la inquieta e inquietantemente hermosa Carol Lynley (una verdadera adelantada de la onírica Sue Lyon), en un cuento negro diestramente conducido por Altman, futuro autor de algunas de las películas mayores del cine americano de los setentas (entre ellas, y escojo con premura, la estilísticamente inaugural M*A*S*H y la sinfónica, virtuosa e imprescindible, cada metro de ella, Nashville). Altman, quien en 1977 tomaría la pretenciosidad de Persona y la transformaría en el críptico existencialismo de 3 Women, parece inspirarse ya en Bergman (Sommaren med Monika) para hacer germinar esta mala semilla, una quinceañera artera, distante y calculadora como la peor femme fatale (rubia como ella en Hitchcock) que maneja a su antojo los hilos de las marionetas masculinas a su alrededor: su patético novio adolescente, según el modelo impuesto por el mito de Jimmy Dean (al que Altman dedicó un documental ese mismo año, y Come Back to the Five and Dime, Jimmy Dean, Jimmy Dean en 1982), y el errabundo “extranjero” --visitante de otro estado en aquel pueblito olvidado--, peligroso y atractivo (Vince Edwards, el amante de la también fatal Marie Windsor en The Killing). Por supuesto, se trata de una pequeña Lilith, pero también de lo que somos capaces de hacer para escapar de nuestras respectivas trampas, un tema hitchcockiano admirablemente esbozado en esta síntesis televisiva.

      

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