Un ejemplo oportuno de la riqueza del melodrama sofisticado
y sus posibilidades artísticas es este magnífico filme de género rodado en
México y estelarizado por una suprema Irasema Dilián, la protagonista de las
Cumbres borrascosas de Buñuel. Ésta interpreta naturalmente a la angélica muchacha
del título, una cabaretera --ojo al desgarramiento fatal y fundamental de la
identidad femenina, la expresión de cuyo eufemismo sabe abismar la fisura-- víctima de
las circunstancias típicas del noir que se prenda de un apuesto y sensible piloto (Carlos Navarro), idealista y más que cegado por las
ambiciones del amor. Sublime dirección, estupendo guión (original del marido de Dilián, Dino Maiuri), secundarios
aventajados (Andrés Soler como el agudo policía tras la pista del despreciable Ramón
Gay) y un sorprendente, audaz trabajo de cámara y sonido que hace
descubrimientos por doquier son solamente algunas de las virtudes de este
cautivante e inteligente entretenimiento, que recomiendo encarecidamente a mis
lectores afectos al folletín de veras trascendente.
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