lunes, 24 de marzo de 2014

Tom Sawyer (1973)

Por supuesto, mi actriz favorita hace una perfecta Becky Thatcher

Adventures of Huckleberry Finn será acaso la más grande novela estadounidense jamás escrita, pero tal vez su desbordante calidad haya eclipsado injustamente las excelencias de su antecesora, The Adventures of Tom Sawyer, a su vez probablemente el mejor libro para niños jamás escrito... ¡en cualquier lengua o nación! Quien estas líneas traza no puede dejar de recordar que su infancia no sería esa región de la memoria a la que se vuelve para seguir alimentando los más alados sueños de la adultez sin la conmovida lectura de esta novela de Mark Twain, publicada en 1876, la cual cerré con lágrimas de nostalgia allá cuando mi real compañía eran los libros de aventuras y mi ideal compañera la inefablemente dickensiana Becky de los iris azules --interpretada en el musical de nuestro comentario por quien sería la Iris de Schrader y Scorsese tres años después.

Dirigida con una sensibilidad inicialmente académica y adocenada (véanse esas escenas confundibles con cualquier episodio de, la por otro lado respetable, Little House on the Prairie) que permite examinar con lupa los mismos límites de la imaginación audiovisual presentes en tantas adaptaciones de clásicos inolvidables, el largometraje, sexta versión cinematográfica de la novela, firmado por Don Taylor --responsable de la entrañable Echoes of a Summer (1976), también con Jodie, y de una hábil secuela acerca de conflictos adolescentes y sobrenaturales, Damien: Omen II (1978)-- eventualmente sorprende gracias a unos valores de producción felizmente adecuados y, muy en especial, a un montaje que dinamiza la puesta en escena, en sus más logrados momentos nada encorsetada y digna de la actitud irreverente pero inocente y del espíritu primordial y totalmente humanista de un relato como pocos. Filmada en locaciones genuinas, entre las cuales destaca el legendario Mississippi de Tom y Huck, así como la deslumbrante cueva de estalactitas y estalagmitas de Joe el Indio, y con un score de John Williams hábilmente entrelazado con el aún mejor libro de canciones de los hermanos Sherman; con una eficiente dirección de actores (Johnny Whitaker y Jeff East como los pequeños héroes de Twain sobresalen oportunamente) y un reparto que incluye a Celeste Holm en el rol de la tía Polly y a Warren Oates como el borrachín Muff Potter; y momentos de verdadero brillo, de esos en que la literatura y el cine parecen haber arribado a un excepcional, milagroso acuerdo --que tal es el momento de la confesión de Tom y la consecuente fuga de Joe--: esta película producida por el Reader's Digest es la respuesta americana a Oliver! (1968) que nadie (ningún niño de corazón) querría perderse. ****/*****

    

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