Basada en las memorias de Cherie Currie, Neon Angel, la película de Floria Sigismondi fue, además, producida por Joan Jett: quien se aproxime a este retrato profundo y parcial, atmosférico y desprolijo, inexacto y nostálgico de una de las bandas genéricas más esenciales e influyentes en la historia del rock 'n' roll buscando la última palabra o los entresijos de la crónica, quizá sea mejor que no se asome al interior de una suerte de elegía a la inocencia femenina rodada en un tono que la emparienta con The Doors (1991). Se trata sin duda de una cinta firmemente anclada en la actitud iconoclasta de sus protagonistas, pero también de una confesión sin más concesiones que las de la imaginación acerca de los sueños rotos de toda una generación; no es sólo una cápsula retro de energía canalizada a través de la música, sino que, como en una obra de Antonioni, Sigismondi ha sido capaz de aun transmitir la sensación del tránsito real del tiempo --un tiempo que así deja ya de ser cronología muerta para convertirse en la existencia personal de unas púberes que no tardan en marchitarse dentro de esa lentitud particularmente vacía, ese teenage wasteland finalmente trágico. El reparto incluye a Michael Shannon en brillante creación como el megalómano Kim Fowley, a Dakota Fanning en el papel de Currie, y, especialmente, a la nunca suficientemente valorada Kristen Stewart, quien aquí parece servirse del reputado icono feminista que interpreta para enseñar el dedo cordial a los opresores de nuestra cultura.
viernes, 17 de enero de 2014
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