Tal vez una de las más elaboradas y surrealistas historias filmadas por el tándem Martin & Lewis, esta cinta Paramount (como siempre) en Technicolor (y VistaVision) empieza como un thriller de la serie negra: un contrabandista de joyas (el imponente Raymond Burr, que acababa de estrenar Rear Window el año previo) roba a balazos un precioso diamante, dejando un muerto en su camino. Lo que el inescrupuloso ladrón y asesino ignora, por supuesto, es que el individuo en cuyo saco decide esconder la piedra con el fin de despistar a la policía es el director de un colegio para señoritas, interpretado por Dean Martin... y, claro, como sabemos, ésta es la parte crucial en el asunto, pues Jerry no debe de estar demasiado lejos, y con él la mala (y justa) fortuna de Burr. Aunque las amenazas del villano tienen para rato.
El pobre de Jerry trabaja como barrendero
en una peluquería cuando Burr --a quien parece haber abandonado momentáneamente
todo el ingenio que lo caracteriza en su rol de Perry Mason, cuyo debut
televisivo ocurrió en 1957; en realidad, su línea de diálogo "Mi abogado
es Perry Mason" en el doblaje al español tendría algo de profético si no
fuese porque, en el soundtrack original, lo que responde a los agentes de la
ley es "My attorney would like that"-- traslada el diamante del traje
de Dino a su bolsillo trasero. Mero pretexto para que, al ser enviado al
departamento de su cómplice (Veda Ann Borg), ésta proceda a bailar con el
incauto para toquetearlo y, finalmente, arrancarle el bolsillo que contiene
goma de mascar (¡?). Hasta aquí, la película dirigida por el habitual Norman Taurog --quien guió al dueto en seis oportunidades-- no se ha mostrado ni muy hábil ni muy novedosa, pero es entonces que, con la
persecución de Jerry por Burr, se suceden episodios de lo más divertidos y, en
un sentido cualitativamente notable, fantásticos. Disfrazado de marinerito, Jerry
va a parar al colegio dirigido por Martin y... En opinión de este cronista, el
genio lewisiano alcanza en esta irregular pero (sumamente) entretenida comedia de enredos --una de sus últimas colaboraciones con el crooner-- altísimos grados de hilaridad, si no en un principio, sí en su segunda mitad.
Decir que la escena donde conduce el coro en un show es brillante sería
quedarse cortos. La obligatoria contraparte idílica de Dino es Diana Lynn, su
mismo interés sentimental en My Friend Irma. 3/5